jueves, 20 de diciembre de 2012

El cambio climático obliga a una revisión del modelo de gestión forestal


Catastrofista, futurista, alarmante, increíble… son adjetivos que caracterizan al género cinematográfico de ciencia ficción. Muchas de estas películas tratan de dar respuesta a los miedos que flotan en la sociedad, algunas previenen sobre la clonación o sobre el desarrollo de autómatas, o alertan sobre las consecuencias de nuestro ritmo de vida. La ciencia se suma al reto e investiga para generar predicciones. En ambos casos el cambio climático se encuentra bien representado, aunque en los últimos tiempos los científicos trasladan de género estas películas. El cambio climático deja de ser futuro y se convierte en presente. Algunas de sus consecuencias comenzamos a notarlas ya.

Se acepta que en el Mediterráneo el cambio climático supondrá una escalada en el termómetro y aumento de la aridez, pero también acarreará mayor variabilidad climática (episodios climáticos extremos). Partiendo de estas premisas los científicos construyen escenarios futuros de cambio climático y estudian los efectos que dicho fenómeno tendrá en la naturaleza. Del estudio de estos escenarios, extraen valiosa información que puede ser utilizada para la gestión de nuestros ecosistemas.

Científicos del CREAF (Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals, Barcelona), basándose en sus últimas investigaciones, resaltan el importante papel que tiene el manejo forestal actual en la prevención del cambio climático. Explican que el manejo, junto a otros factores como las características del suelo o las interacciones bióticas, pueden determinar la vulnerabilidad y capacidad de recuperación de un ecosistema (resiliencia). Ante escenarios futuros de episodios climáticos extremos, dichas cualidades son clave para asegurar la permanencia de los mismos. Por tanto tenemos que preparar y conservar nuestros bosques para que resistan estos envites.

Para realizar su estudio, los investigadores del CREAF trasladaron el escenario futuro a la realidad actual, y también estudiaron los efectos de periodos extremos de sequía sobre los ecosistemas forestales. Las investigaciones se llevaron a cabo en áreas de la Península que sufren de manera natural estos periodos de aridez. Estos episodios podrían generalizarse a otras zonas en el futuro como consecuencia del cambio climático.

Estos periodos de sequía extrema provocan el decaimiento de algunos individuos de la población. Pero no es un fenómeno generalizado, esta respuesta depende de la vulnerabilidad, cualidad dependiente de factores como la competencia, presencia de agentes patógenos, biodiversidad y profundidad del suelo, que modulan el impacto de las condiciones climáticas, provocando tanto la muerte de algunos árboles, como la resistencia de otros. Terminado el periodo de perturbación (la sequía en este caso), estos factores intervienen también en la capacidad de recuperación de un bosque, al igual que ocurre con un muelle cuando dejas de presionarlo, que recupera su estado inicial. El análisis de estos factores paliativos, puede ayudar a desarrollar nuevas estrategias de manejo y gestión forestal.


Efectos de un periodo de sequía extrema sobre un ecosistema forestal. Los efectos de la sequía provocan el decaimiento masivo de la población, pero la intensidad del efecto se ve influenciado por la vulnerabilidad de la población. Al cesar la etapa, el bosque puede recuperar su estadio anterior, esta capacidad es la resiliencia.

Ante las voces de alarma procedentes de estos estudios, queda patente que para afrontar las condiciones climáticas futuras debemos revisar las ideas actuales que gobiernan la gestión forestal. Francisco Lloret, investigador del centro y autor del artículo, señala al menos tres:

A la hora de establecer pautas de manejo, es menos incierto asumir condiciones de mayor aridez que las actuales. Las actuaciones presentes tendrán repercusión décadas después cuando las condiciones climáticas sean muy diferentes. Pero por lo general, las actuaciones forestales siguen basándose en la experiencia, asumiendo que las condiciones climáticas serán similares a las actuales, porque argumentan, las condiciones futuras son desconocidas.
Si el cambio climático traerá mayor variabilidad, necesitamos una forma de planificación que se adapte a esta nueva situación. Los planes deben incluir la capacidad de intervención a corto plazo, para actuaciones rápidas e imprevistas; pero también a largo plazo, para poder evaluar los propios planes, ya que la mayoría se abandonan al acabar el plan.
Se deben incluir actuaciones que vayan encaminadas a aumentar la resiliencia de los ecosistemas forestales. Por ejemplo, promover la diversidad, la presencia de determinadas especies, como la encina, que recupera su dosel verde después de defoliaciones masivas.
El cambio climático no se encuentra dentro del género cinematográfico, pero sin duda sus consecuencias van siendo evidentes y como sociedad tenemos la obligación de atender a las nuevas condiciones climáticas que se imponen. Es por tanto absolutamente necesario revisar y ajustar los modelos de gestión actual de nuestros bosques, para que acompañen a los ecosistemas en su transformación y favorecer su adaptación a las nuevas condiciones.

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